El ejemplo del “milagro alemán” registrado después de la Segunda Guerra Mundial bien pudiera aplicarse a la situación actual de Venezuela según diversas variables, al igual que su posible recuperación.
Banca y Negocios
Pese a sufrir los embates de dos guerras mundiales y una crisis económica de inmensas dimensiones, Alemania consiguió su recuperación económica en un par de décadas, generando lo que fue catalogado como un “milagro”.
Si bien la situación venezolana no es de la gravedad que presentó la nación europea tras los conflictos bélicos, sí repite algunos de los problemas económicos que se detectaron a finales de la primera mitad del siglo XX en el caso alemán: la industria totalmente destruida, el comercio estancado, la fuerza laboral mermada, etc.
Pero… ¿cómo lograron recuperarse?
Debemos aclarar primero que el caso de la Alemania de la postguerra (Alemania Federal) no fue un milagro económico. Un milagro se define como un hecho sobrenatural e inexplicable, superior a las fuerzas humanas, cuando en realidad este caso resultó ser un acierto de política económica que restituyó el mercado con sentido de bienestar social. Siendo que la ciencia económica nació formalmente bajo la premisa de la “mano invisible del mercado”, el caso alemán reinvindica la importancia de la economía de mercado, donde la negociación directa entre productores y consumidores garantiza el equilibrio general del sistema, pero esta vez con la influencia de la política económica.
Tomando en cuenta las diferencias geográficas y especificidades históricas, vale analizar si es viable que un modelo como éste pueda replicarse en economías actualmente presionadas por controles y regulaciones, que han sofocado la inversión, la producción y fomentado la fuga de capitales y los mercados negros, economías donde la población ha perdido el bienestar económico dramáticamente.
El gran acierto de la política económica alemana consistió en establecer límites estrictos al gasto público (disciplina fiscal), evitar déficits fiscales, obligando a las instituciones gubernamentales a gastar menos que sus ingresos; además de eliminar progresivamente los controles de precios, crear una nueva moneda y aplicar una política monetaria restrictiva (se redujo el 91% de la oferta monetaria de los Reichsmark, cambiándolos por los Deutsche Mark), entre otras medidas para combatir la hiperinflación. Las libertades económicas recuperadas en este sistema después de tantos años de controles institucionalizados, hicieron que el trabajo, la productividad, el ahorro y la inversión se recuperasen de manera notoria en dos años. Los resultados fueron tan favorables y rápidos que a la experiencia se le conoce como “el milagro alemán”, aunque realmente no fue un milagro.
Según el principal artífice de la aplicación de este modelo de política económica, Ludwig Erhard, devolver las libertades económicas a Alemania no fue un proceso fácil. La rígida economía de planificación impuesta por los nazis y mantenida por los aliados, así como los temibles controles de precios y salarios, tenían profundas raíces en la mente de los ciudadanos.
Sin embargo, en el momento que se aplicaron las reformas el panorama era el siguiente: una gran parte de la población alemana vivía en campamentos precarios y de mantenerse la economía tal como estaba, se estimaba que cada habitante podría adquirir en el mercado legal, un traje cada 40 años, una camisa cada diez años, un plato cada siete años, un cepillo de dientes cada cinco años. Esta situación demostraba una vez más, el rotundo fracaso de la medida intervencionista de los controles de precios en la regulación de la escasez y la inflación.
Una vez eliminados los controles de precios y aplicados los incentivos fiscales y crediticios para las empresas, comenzaron a aparecer los bienes que habían desaparecido y que se transaban ilegalmente en el mercado negro, las personas se incentivaron al trabajo, se incrementó la productividad, se legalizaron los sindicatos, se logró incrementar el salario real, mientras los precios tendían a la baja y la economía alemana empezó a crecer sostenidamente. Por supuesto, Alemania Federal tuvo el apoyo financiero del Plan Marshall, que les permitió invertir y reconstruir el aparato industrial, pero la mayor parte del efecto multiplicador que se logró, se debió al trabajo sostenido de toda la población.
La creación de estas condiciones de mercado de competencia, hicieron que una vez recuperado el equilibrio interno, para compensar la dependencia a las importaciones de materias primas y bienes de capital, Alemania Federal tuviese que mirar al mercado mundial con un objetivo exportador. En la bibliografía en alemán, a este modelo aplicado se le denomina como Soziale Marktwirschaft (economía social de mercado).
Este modelo defiende la visión de una sociedad libre que regula al poder público y al poder privado. Consiste en una intervención dosificada del Estado, que influye en el proceso económico para proteger a los débiles y circunscribir el poder de mercado del Estado a la política social, económica y financiera. Es decir, el mercado para el bienestar y felicidad de la gente.
Tomando en cuenta las diferencias geográficas y especificidades históricas, vale analizar si es viable que un modelo como éste pueda replicarse en economías actualmente presionadas por controles y regulaciones, que han sofocado la inversión, la producción y fomentado la fuga de capitales y los mercados negros, economías donde la población ha perdido el bienestar económico dramáticamente.
Si es posible que países como Venezuela, con la escasez e inflación más notable de América Latina, puedan recuperar el equilibrio macroeconómico, devolviendo libertades de acción y la confianza a los agentes de la economía, mientras la intervención gubernamental en el mercado se enfoque en la disciplina monetaria de restricción de liquidez, disciplina en el gasto y creación de expectativas de crecimiento en el mercado, sin dejar de proteger a los más vulnerables.