«Hay una nueva deuda con los exportadores colombianos»

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SUHELIS TEJERO
EL UNIVERSAL

«La realidad demuestra que los controles no resultan, no importa la buena voluntad». «Hay problemas que se han incrementado porque, en vez de acercarnos, nos estamos alejando»

Entre Colombia y Venezuela la relación siempre ha estado llena de tensiones. Por estos días los vecinos entraron en una nueva etapa de acercamiento en la que los empresarios de ambas naciones, afectados por impasses políticos y por distorsiones puntuales, esperan que se resuelvan las diferencias o que, al menos, no se interpongan al tema comercial.

Al respecto, el presidente ejecutivo de la Cámara de Integración Económica Venezolano-Colombiana (Cavecol), Luis Alberto Russián, felicita la voluntad de los gobiernos de trabajar en una agenda común que permita solucionar las situaciones que están trabando la relación binacional. Cree que con ese contacto se profundizará la integración entre dos países que históricamente han sido compatibles. «Hay problemas que se han incrementado porque, en vez de acercarnos, nos estamos alejando», dijo.

Asegura que en Colombia se han adoptado medidas para aumentar la competitividad, pero en Venezuela los constantes cambios a las reglas de juego y «unas medidas que se adoptan que no consideran el factor de eficiencia económica» no contribuyen con la situación.

«Hay que lidiar con la falta de insumos, con el incremento de los costos laborales en Venezuela que no nos hacen tan competitivos. La propia logística para la exportación no es fácil porque no hay sensibilidad por parte de los funcionarios de las aduanas y de la Guardia Nacional para dar prioridad a la exportación», dijo.

Russián cree que si algo hay que retomar con urgencia para mejorar las condiciones es reactivar la Comisión Binacional de Asuntos Fronterizos, una instancia que, a su juicio, podría agilizar la resolución de los problemas que enfrenta el comercio.

-Al final parece que la política somete al comercio…

-Normalmente en las relaciones de los países, una cosa es la diplomacia, la política y otra cosa son las relaciones comerciales. Ciertamente, en los años más recientes el tema de cómo tratar la relación al socio comercial ha sido un problema, pero últimamente ha mejorado eso. El nivel de intercambio comercial ha crecido a un ritmo de 30 a 32% anual, cuando años atrás era distinto.

-Los gobiernos aceptaron analizar un sistema de pagos en monedas diferentes al dólar. ¿En qué consiste?

-Hace años nos manejábamos con Aladi, pero se establecieron requisitos muy fuertes que se sumaron al tema de las asimetrías, y por ello se dejó de utilizar. Lo que está sucediendo ahora es que, como en Colombia se aceptan bolívares, entonces mucha gente se ha ido con bolívares a comprar pesos para convertirlos en dólares, y así poder pagar compromisos internacionales y otras cosas. Esa cantidad tan importante de bolívares está generando un desequilibrio, sobre todo, en la frontera. Existe una propuesta que surgió desde Cúcuta (Colombia) de implementar una plataforma tecnológica para que se creen varios puestos de bolsa con requisitos y supervisión, y que allí se hiciera el cambio entre esos bolívares y pesos. Eso serviría para canalizar lo que existe porque algo hay que hacer con esos bolívares que se van a Colombia. Hemos escuchado que con esos bolívares se podrían pagar productos venezolanos como la gasolina, por ejemplo. Sería un mecanismo para que esos bolívares regresen. Hay una realidad de limitaciones de divisas en Venezuela y una situación puntual en la frontera, por lo que nos parece adecuado un mecanismo que active la relación y la independice del dólar.

-¿Cuál es el saldo de la deuda de Venezuela a los exportadores colombianos?

-Esa no es una hoja totalmente pasada porque a algunas empresas no se les ha cancelado todo. Ahora, hay una nueva deuda que se ha ido generando por los retardos en las liquidaciones de divisas. No sabemos cual es el monto.

-¿Será posible recuperar esa realidad binacional, de negocios conjuntos y tránsito fluido de personas que existía en la frontera?

-Si de algo debe hablarse en esas reuniones de alto nivel es de eso. Para la gente en esas zonas los problemas pasan más allá de las fronteras y si no existe una iniciativa binacional, va a ser como un cuero seco. En Ureña hay empresas, por ejemplo, cuyos trabajadores son, en su mayoría, colombianos que viven en Colombia. Pero resulta que ahora, con el cambio de la moneda, a un colombiano que gana su sueldo en bolívares no le resulta. Entonces tienes un caso en el que o ese trabajador se muda a Venezuela o la empresa sube el sueldo de una forma importante. Ese es un solo ejemplo y hay que ver cómo atender situaciones como esas. Luego están los casos de las agencias aduanales y otras empresas de soporte del comercio que comenzaron a cerrar y esos trabajadores formales se convirtieron en informales, y eso de irse a la informalidad contribuye con esa práctica que no nos gusta, porque el contrabando afecta a los colombianos y a los venezolanos. Abogamos por facilitar la regularización del comercio.

-¿Cómo reducir el contrabando si hay productos más baratos en Venezuela que en Colombia por los controles?

-La realidad demuestra que los controles no resultan, no importa con cuanta buena voluntad se apliquen. No son eficientes, no resultan. Para que estas situaciones disminuyan hay que reducir los incentivos económicos que están detrás de esas prácticas, armonizar las variables que hacen que una persona se meta o no en el contrabando. Antes venían productos de Colombia a Venezuela porque teníamos una moneda y una economía más fuerte. Ahora, como las cosas cambiaron, la moneda más fuerte es la colombiana.

-Armonizar significa aumentar los precios de los productos y castigar a quien vive en la frontera…

-Es que quien vive en la frontera ya está castigado por las limitaciones de las guías de movilización hacia esas zonas, lo que hace que los productos sean más escasos. Lo impresionante es que antes no conseguías el producto venezolano en el lado colombiano, pero ahora no lo encuentras en Venezuela, pero sí en el otro lado y más caro. Para ese ciudadano el impacto ya existe.

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