Venezuela agrega a su agenda la tensión económica del Mercosur

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07:36 a.m. | Fabiana Culshaw.- El Mundo Economía y Negocios

Venezuela celebra la ocasión y el resto de los socios también lo hace (Créditos: EFE)

El acto para el ingreso de Venezuela como miembro pleno al Mercosur está previsto para este martes, en la ciudad de Brasilia.

El gobierno de Venezuela celebra la ocasión y el resto de los socios también lo hace, aunque algunos de estos se cuestionan por lo bajo si el bloque es capaz realmente de otorgarles los beneficios que esperan, o si a esta altura les conviene seguir con sus propias metas de desarrollo, por separado.

Mercosur ha logrado ciertos avances, pero los históricos conflictos de poder de Brasil y Argentina, la falta de cumplimiento de los acuerdos y las constantes «excepciones» que aplican, se traducen en fuerte estancamiento del conjunto.

Tamaño y osadía

Brasil, que domina el tablero por lejos, y Argentina, que no quiere dejar de imponer su visión, mantienen una pulseada constante, que no viene de ahora sino desde la fundación misma del Mercosur, hace 20 años (e incluso antes). Esto se ha traducido en permanentes conflictos de índole mercantil y tarifario, que se han ido recrudeciendo.

Prácticamente todas las notas periodísticas regionales de la última cumbre del año 2011 coincidieron en el clima tenso entre Dilma Rousseff y Cristina Kirchner, debido a las trabas que aplicaron ambos países en sus respectivas importaciones. En ese momento, según la consultora Ecolatina, el bloque estaba atravesando una de sus peores fases, de la que le cuesta reponerse.

Esto se debe a que, a pesar de la implementación de la unión aduanera en 1994, tanto Brasil como Argentina utilizan mecanismos no arancelarios para controlar los flujos de comercio de determinados productos sensibles, y la lista es grande.

En distintas épocas, la tensión entre los gobiernos de Argentina y Brasil es alta (también en relación con Uruguay y Paraguay) y generalmente se llega a «soluciones» que no responden a marcos jurídicos claros, sino a voluntades de los gobiernos.

Es por ello que muchos internacionalistas, entre ellos el director de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Félix Arellano, afirman que los mecanismos de resolución de conflictos del Mercosur, aunque existentes, no están desarrollados a falta de una burocracia supranacional sólida que vele por las normas y acuerdos.

Uruguay y Paraguay: cenicientas

En los orígenes del Mercosur, Uruguay pensó que se vería beneficiado, teniendo a grandes como Brasil y Argentina como aliados (obsérvese que lo mismo piensa el gobierno de Venezuela en situación similar), pero a falta de beneficios, el presidente José Mujica ha tenido que enfrentarse a un fuerte movimiento contrario (no al bloque en sí, sino a los abusos que se cometen y que no logra frenar).

Uno de los más recientes desengaños fue el derrumbe de 46% de las exportaciones de Uruguay a Argentina en febrero, por las medidas proteccionistas que adoptó el «país hermano».

A Paraguay (todavía en ese momento estaba «activo» en el bloque) no le fue mejor; por el contrario, las exportaciones paraguayas a Argentina cayeron 70% en lo que va del año, por el mismo proteccionismo argentino, según datos de la Unión Industrial Paraguaya (UIP).

No es secreto para nadie que las naciones más pequeñas desde hace muchos años resultan perjudicadas por gobiernos que sonríen amistosamente, pero que no dejan de clavar su daga al Tratado de Asunción y sus artículos de «libre circulación de bienes y servicios».

En los últimos días, se ha agudizado el conflicto entre Argentina y Uruguay sobre el dragado que este último quiere hacer en el Río de la Plata, lo que le permitiría potenciar su comercio internacional, pero no hay acuerdo al respecto.

De acuerdo con el exconsultor de la ONU y del BID, de nacionalidad uruguaya, Carlos Petrella, «a partir de las idas y vueltas inconsultas de los grandes socios del bloque se ha acentuado la percepción general, en especial desde fuera de las estructuras de gobierno, de que los países pequeños (Paraguay y Uruguay) han firmado en realidad un contrato de adhesión, atándose -no creo que voluntariamente- a lo que circunstancialmente decidan Argentina y Brasil».

Según las palabras de Mujica al periódico El País de Montevideo, del pasado 8 de enero: «Con Brasil tenemos tranquera abierta, pero con Cristina no es sencillo». Sin embargo, se le criticó en su terruño que lo de «tranquera abierta con Brasil», tampoco es así.

Brasil también ha puesto aranceles no preferenciales a los productos uruguayos ensamblados con componentes chinos y recientemente aplicó derechos antidumping, cargando con $5,22 por kilo a las frazadas de fibra sintética de pelo largo provenientes de Uruguay y Paraguay, sobreprecio que deja fuera del mercado al producto.

Las exportaciones de Uruguay a Argentina en 2011 fueron de $588 millones y a Brasil de $1.630, mientras que las importaciones fueron de $1.821 y $1.646 millones, respectivamente. El desbalance ocurre, pues, con Argentina, y se ha ido acentuando.

Mujica lo reconoce y hasta dijo ante los medios de su país que «los problemas del Mercosur rompen los ojos… pero seguiremos en él… Todo el mundo está en crisis».

Confianza, a pesar de todo

De su meta inicial de formar un gran «mercado común del Sur», el Mercosur ha pasado a ser una zona de libre comercio o unión aduanera, con restricciones no previstas e intereses políticos.

Los analistas consultados concuerdan en que actualmente el Mercosur está siendo utilizado más bien para negociar acuerdos internacionales con la Unión Europea, aunque la crisis europea y las preocupaciones de sus productores agrícolas es un factor en contra para los latinoamericanos.
Estudios de la Cepal indican que el Mercosur llegó a ser uno de los principales focos de atracción de la inversión extranjera directa. Entre los años 1990 y 2004, recibió $300.000 millones por ese concepto.

El organismo también destaca los proyectos de infraestructura de conexión entre los territorios del Pacífico y el Atlántico, lo que -estima- impulsará al bloque.

Las cartas del Mercosur están echadas desde hace mucho tiempo, pero todo juego se desarrolla al andar. Venezuela, con su petróleo y el empuje de este gobierno, sin duda introducirá nuevas variables, aunque aún se desconocen sus ases.
En varios temas «abstractos», sobre todo el por qué conviene permanecer unidos, los socios del Mercosur coinciden, pero las divergencias se dan cuando priorizan sus asuntos nacionales y triunfa la «realpolitik», donde las garantías jurídicas quedan de lado.

Según Petrella, las tensiones deberían ser aprovechadas para avanzar en reformas estructurales del Mercosur y para que la propia realidad de los países no imponga los límites al proyecto común. Las oportunidades están, pero falta que se respeten los principios.

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